APRENDIENDO A CONOCER LA MENTE DE CRISTO

La Influencia de Nuestros Actos

Quiero comenzar compartiendo una valiosa lección que he aprendido a través de mi experiencia como padre. Los hijos hacen lo que ven en sus padres, si ellos son buen ejemplo, los hijos seguirán ese ejemplo, si son mal ejemplo, las personas a tu alrededor notaran quien eres tu por las actitudes de tus hijos.

Esto nos recuerda las palabras de Jesús: “Yo hago solo lo que veo a mi Padre hacer”. Nos invita a preguntarnos: ¿estamos realmente imitando a nuestro Padre Celestial en nuestras acciones diarias? ¿Reflejamos Su amor y Su luz en todo lo que hacemos?

La Identidad de los Hijos de Dios

En Salmo 82:6 se nos dice: “Vosotros sois dioses, y todos vosotros sois hijos del Altísimo”. Este poderoso mensaje nos invita a meditar sobre nuestra identidad en Cristo. Si verdaderamente somos hijos de Dios, debemos pensar y actuar en armonía con Su naturaleza. No podemos permitir que nuestras mentes se limiten a pensamientos terrenales o a opiniones ajenas.

Este versículo es un recordatorio de que no somos meros mortales. Somos herederos del Reino, y esta verdad debe resonar en nuestros corazones. La identidad es fundamental en nuestra vida espiritual. ¿Sabes quién eres? ¿Te ves como un hijo o hija del Altísimo?

En Gálatas 2:20, se nos recuerda: “Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí”. Esta declaración es poderosa y profunda. Significa que, si realmente tenemos a Cristo en nuestro corazón, nuestra mente y nuestras acciones deben alinearse con Su voluntad y Su propósito.

Esto nos lleva a la siguiente pregunta: ¿Cómo podemos vivir esta verdad en nuestra vida cotidiana? La respuesta está en nuestra relación diaria con Dios. La oración, la lectura de la Palabra y la meditación nos ayudarán a comprender nuestra identidad y nuestro propósito.

Adoptando la Mente de Cristo

Tener la mente de Cristo significa pensar como Él piensa. Esto implica que nuestros pensamientos deben estar alineados con la verdad de la Palabra de Dios. A menudo, nos encontramos pidiendo en lugar de declarar lo que Dios ha prometido. Dios nos ha otorgado la autoridad para hablar y actuar como Él lo haría.

Cuando adoptamos la mente de Cristo, no solo pedimos, sino que también ordenamos y ejercemos dominio sobre nuestras circunstancias. En Filipenses 2:5 se nos dice: “Tened entre vosotros el mismo sentir que hubo en Cristo Jesús”. Esto significa que debemos cultivar en nosotros mismos una mentalidad que refleje Su carácter, Su amor y Su poder.

Permítanme ilustrar esto con un ejemplo. Imaginemos que estamos enfrentando un desafío, una enfermedad o una dificultad financiera. Muchas veces, nuestra primera reacción es clamar a Dios, pidiéndole que intervenga. Sin embargo, cuando tenemos la mente de Cristo, nuestra respuesta puede cambiar. En lugar de pedir, podemos declarar la sanidad, la provisión y la paz que ya nos han sido otorgadas.

La Autenticidad en Nuestra Oración

La diferencia entre nuestras oraciones y las de Jesús es significativa. Cuando oramos, debemos hacerlo con la certeza de que poseemos la autoridad divina. Jesús nunca dudó; Él ordenaba y los eventos se concretaban.

En Marcos 16:17, se nos enseña que en Su nombre echaremos fuera demonios y hablaremos nuevas lenguas. Este poder no proviene de la repetición de palabras, sino del entendimiento de nuestra identidad en Cristo. Cuando oramos con fe y autoridad, estamos afirmando lo que Dios ya ha hecho en nuestras vidas.

Debemos ser conscientes de que la oración no es solo un acto de pedir. Es un diálogo con nuestro Creador, una oportunidad para escuchar Su voz y recibir Su dirección. Así que, cuando te acerques a Dios, hazlo con confianza, sabiendo que tienes acceso a Su poder y Su sabiduría.

Un Llamado al Despertar Espiritual

Es tiempo de despertar y dejar atrás los pensamientos limitantes. No somos meros seres humanos; somos hijos del Rey, y debemos actuar como tal. Cuando hablamos y oramos, debemos hacerlo con la confianza de que el poder de Dios habita en nosotros.

¿Te has preguntado alguna vez por qué algunos cristianos parecen vivir en una constante victoria, mientras que otros luchan continuamente? La diferencia radica en la mentalidad. Aquellos que viven en victoria han entendido su identidad y autoridad en Cristo.

Recuerda, Dios no nos llamó a ser fracasados, sino vencedores. En Romanos 8:37 se nos dice: “Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó”. Esta es una afirmación poderosa que debemos grabar en nuestros corazones.

Reflexionando sobre Nuestra Autoridad

Al reflexionar sobre nuestra autoridad en Cristo, es importante recordar que no estamos solos en esta jornada. Dios nos ha dejado Su Espíritu Santo para guiarnos y fortalecernos. En Hechos 1:8 se nos dice: “Pero recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo”. Este poder no es solo para un momento, sino para cada día de nuestras vidas.

Hoy, decide pensar como Dios piensa, actuar como Él actúa y hablar con la autoridad que te ha sido conferida. ¡Es el momento de pasar al siguiente nivel espiritual!.

Nuestra identidad como hijos de Dios nos llama a una vida de victoria y autoridad. No somos simples espectadores en este mundo; somos agentes de cambio, portadores de Su luz y Su amor.

Así que, cuando enfrentes desafíos, recuerda quién eres. No olvides que tienes el poder de declarar y ordenar lo que Dios ha prometido. Es hora de levantarnos y caminar en el propósito divino que Él tiene para cada uno de nosotros.

Pastor Joan Moreno.

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